Hansel y Gretel

Una mirada positiva a la agresividad

La manifestación de la agresividad hace parte de la búsqueda de individuación. A través de ésta los niños aprenden sobre las emociones propias y de otros.

¿Qué es la agresividad?

Es la fuerza/impulso que nos ayuda a sobreponernos a obstáculos o dificultades. No siempre es intencional y está asociada a nuestro instinto de supervivencia. Hay diferentes tipos de agresividad, está la agresividad instrumental y la reactiva (Vernego, Stordeur, 2016; Miller, 2013).

Instrumental: aquella que es usada como un medio para conseguir un fin (más común en los adultos).

Reactiva: reacción ante la percepción de una amenaza; está mediada por emociones fuertes e impulsividad.

¿Por qué la agresividad ayuda a aprender sobre las emociones propias y las de los demás?

Los humanos tenemos la habilidad de comprender la conducta de los otros y predecir en gran medida qué van a hacer. Para ello es necesario atender a lo que pasa a nuestro alrededor y entender que somos diferentes de los demás. Los niños desarrollan esto desde los primeros meses de vida y hacia los 4 años “dominan” algunas de estas habilidades. Los comportamientos agresivos como: morder, rasguñar, empujar y pegar son parte de explorar lo que se siente e identificar luego lo que sienten los demás. En este proceso, los niños aprenden a saber dónde está el límite propio y el del otro… ¿cuánto pueden soportar que les empujen, rasguñen, halen el pelo en medio de un juego o una interacción? Y más importante aún, aprenden que hay otras formas de lograr lo que desean.

¿Se aprende o se nace agresivo?

En tanto que la agresividad es una manifestación de nuestro instinto de supervivencia, somos agresivos. Sin embargo, la influencia de nuestro entorno moldea la manera en que expresamos la agresividad. Acá está la importancia de enseñar a los niños a nombrar las emociones que están experimentando y a usar estrategias alternativas al contacto físico para lograr algo. Se torna entonces relevante, los programas que les permitimos ver en televisión o la manera en que resolvemos los conflictos en casa, pues gracias al aprendizaje por imitación, característico de la primera infancia los niños seguirán estos comportamientos. A medida que crecemos, desarrollamos un equilibrio entre el impulso de actuar y la capacidad de frenar nuestro comportamiento. En los niños, la capacidad de frenar está mediada por los adultos, de acá la necesidad de tener rutinas y reglas de la casa a las que deben atenerse, aunque su reacción emocional sea exagerada frente a las mismas.

¿Cómo se manifiesta la agresividad en los niños?

4-5 meses: con la salida de los primeros dientes, durante el proceso de lactancia algunos bebés morderán el seno o el pezón cuando no baja leche suficiente o se interrumpe por momentos la lactancia.

8-10 meses: En medio de la exploración del entorno jalaron el pelo, picaron los ojos, arañaron la cara de sus cuidadores. Algunas veces con bastante fuerza.

12 – 14 meses: Cuando empiezan a caminar y tienen sus manos libres para explorar es muy común que empiecen a empujar como forma d e interacción con sus pares. A medida que ganan control motor, experimentaran la manera de usar su cuerpo para lograr algo, incluso si ese algo es tumbar al otro.

16 – 3 años meses: Cada vez tienen más habilidades y mayores posibilidades de defenderse. A medida que aprenden a hablar tienen nuevas herramientas para solucionar los conflictos de manera verbal. 3 años: sus habilidades motoras son cercanas a las de los adultos y la imitación de comportamientos y hábitos será cada vez mayor. 4 años: Empieza el uso de la agresividad verbal y social, más indirecta.

¿Cómo aprenden a regular la agresividad?

A través del vínculo con las personas que quieren y la imitación de la conducta de ellos van “moldeando” su cerebro para frenar sus impulsos. (Para más información ver Estrategias para desarrollar regulación afectiva) A continuación, encontrarán algunos pasos que les pueden ser útiles para manejar estos momentos:

¿Qué la exacerba?

Dificultades en la integración sensorial Cansancio, hambre, sueño Falta de afecto.

¿Qué debería alertarnos?

Intensidad y frecuencia aumentan por lo menos durante 2 semanas Pérdida o aumento de apetito. Dificultades para conciliar o reconciliar el sueño. Desgana para hacer actividades que les gustan.

¿Cómo hacer para que sea educativa?

Jugar a pelear (siempre y cuando las dos partes estén divirtiéndose) Patanería en casa para probar límites Desfogar a través del cuerpo Permitir que resuelvan solos sus conflictos.

¿Cómo hacer para que sea educativa?

Jugar a pelear (siempre y cuando las dos partes estén divirtiéndose). Patanería en casa para probar límites. Desfogar a través del cuerpo Permitir que resuelvan solos sus conflictos.

Escrito por: María Camila Mejía – Psicóloga del Jardín.


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